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Por qué dejé de obsesionarme con la perfección
Este concepto cambió mi forma de hacer las cosas
Ayer, en uno de los grupos en los que estoy, un amigo compartió lo siguiente:
Perfecto es igual a excusa. Perfecto es igual a justificación para no hacer.
Hace años, este era uno de los problemas que más me detenía de lograr las cosas.
Buscaba que todo fuera perfecto antes de hacerlo.
Planeaba y planeaba.
Mi padre incluso me dijo una vez: “Planeas tanto que nunca aterrizas”.
Y sí, así era. Tenía planes para todo lo que quería, pero nunca los realizaba. Y como vimos anteriormente, esa es una de las razones por las que terminamos procrastinando.
Pero todo cambió cuando conocí el concepto del 80%.
No recuerdo exactamente donde fue que lo vi, pero mencionaba que, en la mayoría de los casos, alcanzar el 80% de una tarea o proyecto es suficiente para obtener buenos resultados.
Es decir, si uno se enfoca en hacer lo que es necesario para lograr ese 80% de avance, probablemente obtendrá un resultado satisfactorio.
Ojo: Esto no significa que hay que conformarse con una tarea incompleta o mal hecha, sino que debes aprender a distinguir entre lo esencial y lo accesorio, y enfocarse en lo que realmente importa para lograr los objetivos.
Este mismo concepto implica aceptar que no todo puede ser perfecto, y que a veces es necesario hacer concesiones para avanzar y lograr tus metas.
Incluso, podríamos decir que la búsqueda de la perfección puede ser una forma de auto-sabotaje, ya que nos impide avanzar y nos mantiene en un estado de inacción y parálisis.
Obviamente, si eres un cirujano, el concepto del 80% no aplicará en ese caso, pero para la mayoría de las tareas que realizamos, me parece que es una excelente forma de avanzar.
A partir de que conocí ese concepto, comencé a tener grandes avances y empecé a aterrizar esos planes que había definido anteriormente.