Así es como estoy dejando de procrastinar

La procrastinación es un problema grave.

No sólo tiene efectos negativos en tu felicidad, sino que también es una de las razones por las que hay bastante desempleo. También hay datos que apuntan a que la procrastinación está altamente correlacionada con estar soltero. (fuente)

Vamos, que procrastinar es una de las maneras en las que nos terminamos jodiendo la vida. Sí, así con todas sus letras.

¿Pero cómo puede empezar uno a resolver esto?

Esto mismo fue lo que me pregunté hace poco.

Mira, llevo años queriendo redefinir la misión y visión de El Librero de Gutenberg. Pero cada vez que lo intentaba hacer… entraba en una espiral de procrastinación de la cual me era imposible salir.

Así que lo fui postergando… y postergando… y postergando.

Hasta que hace una semana me encontré con un post de mi mentor Andrew Kirby.

Verás, Andrew ha estudiado bastante el tema de la procrastinación y en dicho post menciona el sistema que usa y las razones por las que no conseguimos lograr nuestros objetivos.

Todo empieza con las metas.

Tener claro lo que uno quiere es fundamental para poder dejar de procrastinar.

Saber exactamente:

¿Cuál es tu objetivo?

¿Qué quieres?

¿Qué es lo que estás tratando de lograr?

Esto me puso a pensar en que debía definir exactamente lo que quiero lograr y ser súper específico, pues, de otra manera, no lo iba a conseguir.

Así que con esto en mente, abrí Notion y me puse a escribir mi objetivo: Revivir El Librero de Gutenberg.

Me pregunté las razones por las que lo quería revivir. Me pregunté cuál había sido ese impulso inicial que me había llevado a crecerlo a 9.3 millones de seguidores.

Y encontré que mucho tenía que ver con mejorar la mentalidad que uno tiene sobre la vida. Esto, en gran parte, porque reflejaba el cambio que me sucedió a mí:

Cuando cambié mi mentalidad y mi forma de ver el mundo, el mundo cambió para mí (puedes ver un poco más de mi historia aquí).

Por lo que al hacer este ejercicio sentí que debía regresar a mis orígenes y retomar esa misión. Por otro lado, también quería tener un espacio dónde compartir lo que voy aprendiendo sobre el tema de la mentalidad.

Dicho esto, me fui al siguiente paso que menciona Andrew:

¿Cuál es el problema?

¿Cuál es el mayor impedimento que evita que logres llegar a ese objetivo?

¿Cuál es el cuello de botella?

Me di cuenta que el sitio web de El Librero de Gutenberg se había convertido en un popurrí de temas que no me interesaban en lo absoluto. Quería hacer un “borrón y cuenta nueva”, pero no sabía por dónde irme. Quería que éste tuviera un boletín de correo. Quería que tuviera más sentido.

Con esto hecho, lo siguiente es establecer las acciones que debo tomar para que esto se logre:

  1. Quitar el contenido anterior.

  2. Redefinir la misión y la visión.

  3. Empezar a escribir.

Ahora, todo esto resulta relativamente fácil de hacer, ¿cierto?

Definir los objetivos no suele ser tan difícil, ni tampoco detectar cuál es el problema que uno debe solucionar, ni tampoco las acciones que uno debe tomar.

Pero es en este último paso donde solemos tener más problemas.

Sabemos qué hay que hacer, pero no lo hacemos.

Pongamos un ejemplo: Alguien quiere bajar de peso. Y quizá sabe que el problema es que lo detiene de bajar de peso es que come demasiadas calorías.

Bueno, las acciones que debe tomar son claras, ¿cierto? Dejar de comer en exceso. Disminuir su consumo de calorías. Comer alimentos sanos. Etcétera.

O en el caso de alguien que tiene un emprendimiento online. Su meta es generar más ingresos en el negocio, y quizá su cuello de botella está en que no logra atraer suficientes clientes.

Y posiblemente sepa las acciones que debe tomar para atraer a estos clientes: hacer contenido, enviar mensajes por las redes sociales, mejorar su oferta, etc.

Entonces, ¿por qué se vuelve tan difícil lograr llevar a cabo esas acciones? 

Andrew menciona que la razón de esto es porque no hay una comprensión de las emociones que tenemos a la hora de tomar esas acciones y terminamos dependiendo de cosas como la fuerza de voluntad.

Y esto funciona muy bien al principio: nos llenamos de energía y nos ponemos a hacer cierta tarea… hasta que dejamos de hacerlo.

Por eso tendemos a romper nuestras dietas, o dejamos de hacer las acciones claves para nuestros emprendimientos, o abandonamos los proyectos que iniciamos.

Una de estas emociones negativas es el miedo al fracaso, o el miedo al resultado.

Y es lógico, si pensamos que no vamos a lograr o conseguir algo, ¿para qué poner el esfuerzo en ello? En esos casos, el cerebro automáticamente renuncia a hacerlo y es cuando terminamos dependiendo de la fuerza de voluntad… la cuál es finita (pero esto lo veremos en otro artículo).

Otras de las emociones negativas que nos afectan son:

  • Falta de conocimiento o habilidades para lograr dichas acciones

  • Falta de recursos para llevar a cabo esa tarea

  • Sentirse abrumado por las acciones en cuestión

  • Sentirse con baja autoestima o baja eficacia

  • Experiencias pasadas negativas

  • Perfeccionismo

  • Falta de interés

  • Falta de apoyo

Y lo que sucede con estas emociones es que el cerebro siempre busca alejarse de esa zona negativa e irse hacia una zona positiva.

Es por eso que ponerse a ver series de Netflix, o pasar 7 horas viendo videos de YouTube es tan sencillo para la gran mayoría.

No cuesta trabajo.

No necesitas de “fuerza de voluntad”, ¿o sí?

Por eso estar consciente de estas emociones negativas pueden ayudarnos a “hackear” el cerebro. A reconfigurarlo.

Pero para eso necesitamos conocer las emociones positivas, como, por ejemplo:

  • Tener objetivos claros

  • Sentimiento de interés y disfrute por algo

  • Sentido de autonomía

  • Retroalimentación y apoyo positivos

  • Sensación de progreso

  • Sentido de propósito

  • Entorno de trabajo positivo

  • Sensación de maestría

  • Suficiente descanso y recuperación

Esto se vuelve obvio cuando lo ves así, ¿verdad?

Por ejemplo, cuando he sentido que estoy volviéndome un maestro en algo y que tengo dominio del tema, no me cuesta trabajo hacerlo. No necesito fuerza de voluntad para ponerme a escribir o a hablar de ese tema.

O cuando tengo un sentido de propósito muy firme, las cosas simplemente se hacen.

Y es así como he aprendido a usar el cerebro y su tendencia a salirse de la zona negativa a mi favor:

Cuando quiero hacer algo y me está costando trabajo hacerlo, disminuyo las emociones negativas en torno a ello, y aumento las emociones positivas.

Y cuando quiero dejar de hacer algo que sé que no me sirve, aumento las emociones negativas en torno a ello y disminuyo las emociones positivas.

Te comparto unos ejemplos más claros:

Ejemplo 1: Disminuir las emociones negativas y aumentar las emociones positivas para lograr una tarea

Supongamos que yo quiero comenzar a hacer ejercicio diariamente pero siento que me falta la motivación y me da pereza. Para disminuir las emociones negativas, puedo:

  • Identificar por qué me cuesta hacer ejercicio (miedo al fracaso, falta de habilidades, falta de apoyo, etc.) y trabajar en ello

  • Establecer objetivos claros y alcanzables (por ejemplo, caminar 30 minutos diarios)

  • Buscar una actividad física que me guste y me haga sentir bien

  • Buscar apoyo y retroalimentación positiva de amigos o un entrenador

  • Reconocer y celebrar mi progreso

  • Asegurarme de descansar y recuperarme adecuadamente

Al hacer esto, estaré aumentando las emociones positivas en torno al ejercicio, como el disfrute, la autonomía, el progreso y la maestría, lo que me ayudará a sentirme más motivado y menos resistente a la hora de hacer ejercicio.

Ejemplo 2: Aumentar las emociones negativas y disminuir las emociones positivas para dejar de hacer algo que no me sirve

Supongamos que paso demasiado tiempo en redes sociales y quiero reducir ese tiempo para ser más productivo. Para aumentar las emociones negativas, puedo:

  • Identificar los efectos negativos que tiene el uso excesivo de redes sociales en mi vida (como la distracción, la falta de tiempo para otras actividades, la comparación constante, etc.)

  • Fijar límites claros para el uso de redes sociales (por ejemplo, sólo revisarlas por 30 minutos al día)

  • Eliminar las notificaciones y tentaciones que me hacen volver a las redes sociales constantemente

  • Reemplazar ese tiempo con actividades que me hagan sentir más productivo y feliz (como leer, hacer ejercicio, aprender algo nuevo, etc.)

Al hacer esto, estaré disminuyendo las emociones positivas en torno a las redes sociales (como la gratificación instantánea, la curiosidad y la conexión social) y aumentando las emociones negativas (como la culpa, la pérdida de tiempo y la falta de productividad), lo que me ayudará a alejarme de ellas y ser más consciente de mi uso.

En fin, espero esto te sea útil para dejar la procrastinación. Para mí fue un parteaguas y es la razón por la que estoy escribiendo este artículo.