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Conocerse a uno mismo es...
Un buen día, me encontré con un mentor mío y durante nuestra conversación, me preguntó:
"¿Cuáles son tus valores?"
La pregunta me dejó en silencio, similar a una embarcación en medio de un lago quieto, sin viento para mover las velas.
Sin saber exactamente qué responder, empecé a pronunciar valores generales: honestidad, amistad, amor...
Mi mentor, viendo mi respuesta automática, me detuvo, diciendo, "Es como si estuvieras en medio de una biblioteca enorme, pero solo has leído la portada de los libros."
Tenía razón.
Aunque esos valores son fundamentales para la mayoría de las personas, nunca me había parado a pensar profundamente en los míos.
Luego me preguntó qué era lo más importante para mí.
"Mi familia", respondí sin dudar.
Para aclarar mis dudas, le pregunté cuál era el beneficio de conocer mis propios valores.
Me explicó que muchas personas pasan por la vida como turistas, paseando por una ciudad desconocida sin un mapa.
Al identificar tus valores, te dotas de un GPS personal, que te guía hacia decisiones más conscientes y gratificantes.
Acepté su consejo y empecé a explorar los diferentes aspectos de mis valores, como si estuviera ordenando un armario lleno de recuerdos, colocando cada uno en su lugar.
Al reflexionar sobre mis valores morales, recordé las veces en que había elegido hacer lo correcto, aunque fuera difícil, como un faro brillando en medio de una tormenta.
En términos de valores estéticos, pensé en el sentimiento de tranquilidad que experimentaba cuando veía un amanecer pintado de colores brillantes o escuchaba el suave arrullo de una melodía dulce.
Al considerar mis valores intelectuales, recordé mi amor por los libros y las ideas, como una sed insaciable que siempre busca la fuente del conocimiento.
En cuanto a los valores físicos, me di cuenta que había descuidado este aspecto de mi vida.
Me hizo darme cuenta de la importancia de cuidar mi salud, como si mi cuerpo fuera un jardín que necesitaba ser regado y cuidado.
Mis valores emocionales me recordaron las veces en que había demostrado empatía hacia los demás, como un puente que une dos corazones.
En cuanto a los valores espirituales, aunque no practicaba ninguna religión, apreciaba la quietud de la meditación, como un remanso de paz en un río turbulento.
Y finalmente, en términos de valores relacionales, recordé mi lealtad a mis amigos y mi amor por mi familia, como una raíz que profundiza en la tierra, dándole fuerza y estabilidad al árbol.
Al final de este viaje de autoexploración, me di cuenta de que cada valor era como un hilo de un tapiz que formaba mi ser.
Al conocer estos hilos, me otorgué a mí mismo un mapa para navegar por la vida, lo que me proporcionó una sensación de propósito y dirección.
¿Y tú?
¿Sabes cuáles son tus valores?
Si nunca te has puesto a pensar en ellos, prueba lo siguiente:
Haz una lista de estas 7 categorías:
1. Morales: ¿Qué comportamientos o acciones considero inaceptables y cuáles considero que sí lo están?
2. Estéticos: ¿Qué tipos de arte, diseño o belleza me impactan más?
3. Intelectuales: ¿Qué temas o materias me resultan más fascinantes o disfruto aprender?
4. Físicos: ¿Qué tan importante es para mí mantener una buena salud física y bienestar?
5. Emocionales: ¿Qué tan importante es la empatía y comprender las emociones de los demás para mí?
6. Espirituales: ¿Tengo un sentido de propósito o conexión con algo más grande que yo?
7. Relaciones: ¿Qué cualidades valoro en mis relaciones con los demás?
Claro, éstas son sólo algunas de las preguntas que puedes hacerte para empezar a conocerte a ti mismo.
Porque como bien dijo Lao Tzu:
"Conocer a los demás es sabiduría, conocerte a ti mismo es iluminación"